NUEVAS FORMAS DE VIVIR EN LAS ZONAS RURALES
El interior de la Península Ibérica ha sufrido un proceso de autovaciamiento durante las últimas décadas mediante el cual las principales ciudades han ido absorbiendo gradualmente a una antigua población rural. El subproducto de este fenómeno ha sido un gran número de ciudades fantasmas en el campo que ahora están en juego. En un giro inesperado de los acontecimientos, la pandemia de Covid-19 ha abierto la puerta a una nueva sociedad deseosa de regresar a la seguridad de las zonas rurales menos pobladas. La alta conectividad y el trabajo desde casa hacen que el sueño arcano parezca estar al alcance de una serie de profesionales independientes de clase media que anhelan la calidad de vida que las ciudades congestionadas ya no pueden ofrecer sin renunciar a la comodidad. Pero devolver a su aspecto anterior los restos en ruinas de una aldea no tiene sentido. Los nuevos habitantes no son necesariamente colonos a largo plazo, sino más bien un nuevo tipo de transeúntes que pueden optar por quedarse por períodos más cortos en un proceso de rotación. Como las casas originales ya no podían satisfacer a la población entrante y una renovación completa probablemente sería muy costosa, propusimos colocar una serie de pequeñas torres nuevas dentro de las ruinas del antiguo pueblo. El pasado y el futuro convivirán así sin interferir entre sí, manteniendo la memoria del lugar y acogiendo al mismo tiempo a un nuevo tipo de habitante.